
Es agosto y las nubes visten de blanco el cielo,
y el verde de los pastos me trae recuerdos viejos,
emulando a ser bosque frondoso y fronterizo
de aquella tierra ausente que hoy me es compañera.
Y visito la casa que pintada de blanco
añora el colorido que lucía otros años,
las ventanas cerradas y su madera oscura,
en esa imagen sobria del paso de los tiempos.
Cuántas veces tus ojos, que ahora son los míos,
recorrieron descalzos, juguetones, felices,
ese camino viejo hacia el aserradero,
los marcos de las puertas y las tierras más altas.
El antiguo molino, la correntía, el agua
en aquellas tus manos, que ahora son las mías,
recogiendo los frutos del final del verano,
abrazando el paisaje como se abraza al alma.
Y estos versos de ayer, que ahora son los míos,
nos unen y entrelazan, son espíritu vivo
y te pido dibujes en mi espejo tus flores
con colores alegres y mariposas blancas.
Y tú que me sonríes aunque no pueda verte,
me hablas cosas de ti con extrema ternura
y dibujas las flores que te había pedido,
y soy un poco de ti y tú, tal vez, un poco
también de mi.