
Un poema desnudo, como un salmo
para hallar habitáculo en la roca
y no desoír a la montaña
que emerge en desafío entre tus manos
y la palabra calma de la tarde.
Es esa inmensidad de lo pequeño,
la callejuela en piedra, la escalera,
un verso que escondido entre tus ojos
hace del verbo tu nombre bendecido.
Hay luz, atardecer, que desafía
la lógica distópica del tiempo,
cuando la paz nutre la ventisca
y tu mirada es reina entre la espíritu.
No hay desasosiego,
el agua en calma
va comprendiendo el paso que ligero
envuelve todo, y lo trae de nuevo
un abrazo de amantes desde dentro,
para recorrerte en el recuerdo.
Sencillamente hermoso.
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Gracias!! Un abrazo!
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Hermoso y elegante
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Preciosos versos, Pilar.
Fuerte abrazo.
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Gracias, rimas!!!
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