La tarde aguarda,
desencajando mi mirada
sobre la imagen de telediario
de un niño hambriento.
Sangre sobre las guerras de los hombres
Los rostros se desdibujan,
No hay abrazos.
Me tapo con una manta,
pretendiendo,
buscar abrigo ante la barbarie.
De lejos, la música de un anuncio de colonia,
los faustos del vodevil,
una corona de flores para el banquete,
de una novia sin abrigo.
Regreso.
No hay espacio para las etiquetas
es de noche,
origen, fuego, nube,
santo y seña de mil identidades,
todo en equivalencia,
uno y todo.
Por eso
no hay nada tan falso como el éxito
ni tan vacío como la avaricia.