La forja de oro de los dioses,
a veces, no sabe de versos,
y yo, no preciso espadas
para malear las rocas.
Yo solo preciso que las olas
mojen mis manos
en un devenir sinuoso,
la suavidad de la espuma
batiéndome
las alas.
Quiero que tus ojos me miren
y no se confiesen…
Lástima que tenga esta maldita capacidad
de ver más allá de lo que me dices.