Maldicientes,
los habladores del mal,
no tienen cuernos, ni tridentes,
pero sí la rabia en su lenguaje
y un fardo de miseria sobre su espalda.
Maldicientes,
te increpan y susurran,
para hacerte de menos,
quitarte tu estima.
No quieren una mujer loba acotando su espacio,
sino una damisela gris entre sus barrotes,
por eso te culpan,
mala madre, mala hija, mala esposa, mala novia, mala…
será la regla, la menopausia o la luna…
(Llamémosle libertad)
Maldicientes,
los habladores del mal,
te quieren presa
de sus desdichas,
esa falda es demasiado corta
eres demasiado joven,
demasiado vieja,
alta, gorda, flaca, baja…
Las niñas temen un lobo feroz en su travesía,
pero no se dan cuenta que el lobo es el narrador
o la narradora,
imponiendo la ley del miedo sobre el bosque.
Maldicientes,
los habladores del mal
no descansan
siempre que les escuches,
por eso
RESPIRA…
NO LES ESCUCHES…
que se pudrán en su queja miserable
en su murmullo,
Ellos no podrán hacerte más daño
porque son humo y polvo de paja
y su mayor tormento es su propia existencia.
Te quiero libre, mujer
te quiero libre