Esta época sacrifica la inocencia a favor del marketing y el capitalismo tardío resulta algo así como un mounstro que devora los sueños más infantiles y los convierte en un cosmético o un perfume. A mi me sigue gustando la inocencia, esa mirada clara, la que se tiene cuando hablas a la persona, sin siquiera reparar en si su indumentaria es mejor o peor, la marca de su camiseta o el lugar donde te encuentras.
Este pensamiento me recuerda un libro que me impactó positivamente sobre la filosofía japonesa del wabi sabi. Dicho de forma banal, el wabi sabi, es una forma oriental de apreciar la belleza en lo imperfecto.
Curiosamente mientras escribo esto, veo en la televisión una imagen publicitaria de un anillo de diamantes, con un lema que dice algo así como «la belleza de la mujer que lo porta».
Lástima que nos falte esas miradas, inocentes, o las miradas wabi sabi( huidizas del lujo) para ver, en lugar de las piedras, las lágrimas de sangre impregnadas en cada diamante, las lágrimas derretidas en las manos pequeñas que filtran esmeraldas. Lástima no volvamos de nuevo a la inocencia. Quizá tengan razón los japoneses, que para ello, debemos empezar por la contemplación de lo imperfecto.
No me des esmeraldas, dame una sonrisa.