Las pequeñas manos,
inocentes,
buscan la luz,
asidas de tormenta.
No hay quien las escuche,
es descampada la noche
y a destiempo
la espera
agita, interminable, su tormento.
La furia en la garganta,
volteando,
la ausencia impuesta,
la traición victimaria,
la falacia
que destroza la historia inconsentida.
El odio reta amargo
y las cadenas angustian
las manos más pequeñas,
las manos apresadas,
las manos tendidas,
apretadas,
en el desconcierto de la vida.