
Puede que sea ayer,
de nuevo,
en feedback,
atrás,
en la compuerta,
tan solo en el deseo
de volver a despegar en tu sonrisa,
Puede que sea ayer,
de nuevo,
en feedback,
atrás,
en la compuerta,
tan solo en el deseo
de volver a despegar en tu sonrisa,
Observo,
la levitación del tiempo,
yo,
desde una esfera,
mi yo posible, tu yo posible,
degustando los nuevos capítulos,
la incertidumbre que abraza
que el mundo lo es de posibilidades.
Cientos de años pueden no ser importantes,
piensa
retrocede,
cuando la tierra que pisas no existía,
los árboles no tenían raíces,
y la vida discurría
sobre las moléculas de los nombres.
Quizá sea cierto que los pasados perdidos,
el muro de cristal,
el tránsito,
pudieran estar aquí
en la palma de la mano,
en el movimiento de las páginas,
en la más perdida
interferencia
de la vida.
Iniciándonos,
en infinitivo
haciéndonos sustantivos,
quebrando las normas,
deconstruyendo,
la ortografía de tus abrazos.
Amar en primera estrofa,
permutando el verso,
en el tú implícito,
de mi sonrisa.
Encabalgar metáforas
y gerundios,
en las versiones de tus besos.
Amándonos hasta que no recordemos
otra forma
de comenzar las frases.
Respirando.
Sin adverbios
sobre el papel tendido,
el papel perdido
entre las dunas
de tu cuerpo.
Los comentarios ajenos son siempre ajenos.
Se tiene esa maldita manía de verse en los otros
pretendiendo superar las propias faltas
mediante la rebaja de otros logros.
Me disgustan los consejos intencionados,
las quiebras de postales,
y ese universo
en que se proyectan
retratándose
como traidores del espacio.
Sin embargo,
hay días sin crédito.
en los que, a veces,
se desata lo inexplicable,
como una ley física,
un golpe sobre la cabeza de los naipes,
el equilibrio maniatado,
la esperanza desbocada
y el aliento, parpadeando, intermitente.
Si alguna vez ocurre,
recuérdate,
que siempre te superas.
El vértigo de una partícula,
rechinando
sobre los bordes de mi conciencia.
Ninguna infinitud se normaliza,
en la gravedad ajena,
cuando somos átomos,
como manzanas,
pretendiendo la comprensión de este misterio
que nos une y nos ata,
nos retoma
entre la indentidad del Universo.
En este pequeño espacio
donde soy yo,
“Ser o no ser”
soy o no soy,
esa pregunta,
retumba como un eco
y se colapsa en las ondas de tu nombre,
porque tú me renombras
en la incertidumbre de todas las respuestas.
Miles de imágenes de yo,
en proyección,
sobre un tú ileso,
sobre un yo ileso.
La naturaleza elige cuando me miras.
Tus manos,
son océano infinito,
de cosquillas,
sobre el oleaje de mi recuerdo.
Mi única contraseña
son tus besos,
porque tú eres
la temperatura de mi pensamiento.