“En el horizonte se oyen los ecos del tiempo” fue quizá una de mis primeras metáforas. Una monja, cuyo nombre no recuerdo, que daba clase de lengua en la prehistórica EGB, me recriminó al leerlo. En el horizonte no se oye nada. Esto está mal. Y tal afirmación, reconozco, me afectó tanto que todavía la recuerdo. Es una metáfora, me decía a mí misma, como intentando calmarme. El psicólogo del colegio nos pasó un test y determinó que mi imaginación se salía de la tabla, por lo que no iba a tener buen rendimiento escolar- erró, o eso creo, porque tengo dos licenciaturas- por culpa de mi imaginación. Decidió debía hacer unos ejercicios, de los cuales solo realicé el primero, que consistía en imaginarse cosiendo un botón. Salí espantada y se lo conté a mi madre. Una madre siempre tiene soluciones para un niño. Mi madre entró en el colegio como si de superwoman, que lo era, se tratase y se plantó delante de la directora. Mi hija no va a realizar ejercicios para reducir la imaginación, porque la creatividad es muy importante. Y ahí acabó el problema del cosido y los botones.

           Cuando esto ocurrió Einstein ya había desarrollado la teoría de la relatividad, y comenzaba en pañales la mecánica cuántica. No voy a exigir que una monja en una clase de EGB percibiera lo que quizá no le es dado percibir, pero la idea del horizonte cósmico tiene mucha analogía con la “música celestial” que sí debiera oír.

           Esta pequeña anécdota autobiográfica, me obliga a reflexionar lo castrante que puede ser la “educación” mal entendida, porque si bien es cierto que para cuestionar las cosas es necesario una base de estudio, esfuerzo y conocimiento, no lo es menos que el aprendizaje mimético corto- campista, determina que muchas áreas de conocimiento, que debieran ser ilusionantes para los jóvenes, se queden relegadas.

          ¿Qué hubiera pasado si mi monja hubiese retrocedido (ojo, no avanzado, que ya sería lo más) en el tiempo y se situase en medio de los experimentos de los cosmólogos que intentaban captar la radiación de fondo? Quizá me hubiera explicado, con brillo en los ojos, las teorías sobre el horizonte cósmico y las vibraciones, el fondo cósmico de microondas y su uniformidad como paradigma de la expansión del universo. Y quizá desde ese primer momento hubiese amado más la física que la literatura, porque hubiese visto poesía en sus ecuaciones.

           Pero no fue así, porque eso estaba- en sus palabras- realmente mal. ¿Cómo va oírse ruido en el horizonte?

Un horizonte no es más que el susurro del tiempo.

     Como dice mi hija Boadicea, los niños son realmente sabios.

                  “Yo soy una muralla

y mis senos son como torres;

por eso a sus ojos me volví

como aquella que trae la paz.”

                     Definitivamente creo que la monja tampoco había leído el Cantar de los Cantares.

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5 comentarios en “Horizonte

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