Hay un poema de Aquelarre que dice,
mi madre odia la poesía intimista
y posiblemente odia este poema.
Sin embargo,
no resulta posible que odie nada
del «Aquelarre» de Boadicea,
en la quemazón del sinsabor
y la fuerza de su verbo.
Lo que sí es cierto que, posiblemente,
este mi poema sea intimista
y previsiblemente odie este poema.
Cierto que suelo procastinar la poesía intimista,
porque los versos en caliente
corren el riesgo de ser estercolero,
en el que se dispersa la basura
de todos los propios desconciertos
y yo quiero un poema puro,
detenido,
sin esperpéntico edulcorante.
Las versiones propias siempre se maquillan.
Pero hoy escribo un poema intimista,
en la búsqueda constante de ese óxido
que imponga al tiempo la ley de la cordura,
ya que todos perseguimos un terrón de azúcar,
el bálsamo que sacie de impostura
el amargo silencio de la herida.
Por eso no hay respuestas,
porque ni siquiera
existen
todas las preguntas.