Juzga por ti misma, dijo Adela, mientras agitaba un sobre en su mano. Lee y verás.
Mandato, y realmente imperativo, como los que acostumbraba a sugerirme Adela cuando estaba realmente enojada. Dentro del sobre, una pequeña cuartilla arrugada y de aspecto avejentado, que decía, con letra temblorosa:
“Sé quién eres, y que has usurpado mi identidad. Pero voy a recuperarla y puedes estar segura que mi piel ya no será tu piel.
Avisada quedas. Adela”
¿Qué significa esto, Adela? Es una carta antigua ¿Cuándo la escribiste? La letra no parece la tuya, pero….
Estás perdida, Laura, me dijo Adela de forma tajante. ¡Cómo voy a escribir semejante estupidez! Yo no fui quien escribió esta nota. Fuiste tú.
¿Yo?, contesté atragantándome el asombro- No digas tonterías. Qué estupidez.
Y a partir de ahí, comencé a pensar que Adela era solo mi propia imitación. Desde ese momento, y por una nota que no sé ni quién la escribió, perdimos nuestra amistad.
PD: Así es como Laura dejó de tener una amiga imaginaria. Se dio cuenta que necesitaba amigos diferentes a ella, no una muñeca que se le parecía y que le decía lo que quería oír en cada momento.
La nota la escribió su abuela, muchos años antes, cuando intentó librarse de una amiga imaginaria a la que, curiosamente, también llamaba Adela.
Porque crecer significa amar la diferencia.