Miro de espaldas
al poniente,
para ignorar tu laberinto,
He perdido mi estrella,
la que renace
cual escudo,
en la nebulosa de orión,
ese blindaje,
rotante
en la trinchera
de mi antebrazo,
No quiero soltarla,
que permanezca en mi bolsillo,
imperceptible.
Mi propia piel,
está distante,
explosionando
la gravedad terrestre
y el sonido,
es el aullido
de las noches de luna y desconcierto.
Lo que mi oído no escucha,
lo que mis ojos no ven,
en el no sentido.
Lo obvio es ver la salida,
Lo no obvio es comprenderla.
La densidad insostenible
de quien aguarda
la tregua.
PD. Estimado Walt, estimado León Felipe, no siempre somos conscientes de que puede existir un mundo dentro de nuestros mundos y que quizá no nos guste ninguno.