Los segundos son como una noria

que revierten

los cántaros de agua,

sobre la densidad de las mejillas.

 

Cuando la tormenta cesa,

cada pájaro,

reconstruye su nido,

rebuscando

los trozos más robustos,

el sol indemne

del aguacero inopinado

y súbito

en la naturaleza de las cosas.

 

 

 

No somos más que un parche

a quema-ropa,

el zurcido

de todos los pronombres que tuvimos

y de aquellos que nos inventaremos.

 

Un parche recosido,

la puntada,

que sirve de unión entre dos cuerdas,

siempre reintentando

descoserse y mantener el equilibrio.

 

Por eso,

deshabito mis ojos,

para comprenderme

en todas mis miradas.

 

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