Más de seis mil años,

de los que no llevo cuenta,

un gusano para un santo,

un error de la naturaleza,

la falta de inteligencia,

mientras que la infamia casta

prodiga la misoginia.

Maldita,

siempre maldita.

Más de seis mil años,

siendo la proyección de sus defectos,

la chiva expiatoria de la violencia,

la prostituta lapidada,

la muchacha repudiada,

la biblioteca atacada,

 el útero desangrado.

De donde yo provengo

no hay discordia,

y las manzanas forman una isla

para el regocijo de sus héroes.

Creo que ya es hora,

de que muchos expliquen

el mantenimiento de sus dogmas.

Ya es hora

de festejar nuestro regreso,

destapar la tierra sumergida

y lapidada

por un desierto de plumas indolentes.

Ya es hora

de decir

que no soy maldita,

que tus ojos ya me son bastante ajenos

y tu perjuicio se me torna irrelevante.

Te he de decir

que el dolor del parto

me es llevadero

y que no tengo más dominio

que mis caderas.

Y no te sonrojes,

no hay blasfemia

porque no puede blasfemarse

contra la violencia.

Yo soy bendita,

por la naturaleza de las aguas,

y por los vientos de mis senos.

Bendita.

Y también bendito el hombre

que nace de mí,

porque llevará mis genes

toda su existencia.

Y bendito ese hombre

que come de mí,

que se amamanta,

de los ojos del mar

y de la hierba,

aquel que copula con mi nombre

y acaricia mis lamentos.

Bendito todo aquel que aparta

la contaminación de la mirada.

Por cierto, la manzana

es un excelente antioxidante.

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