Las manos del diablo

tejen fuertes

las enredaderas del silencio,

los rincones del miedo,

los olvidos,

las amargas cadenas de los cuerpos

Hace tiempo que medito sola,

encabalgando los versos

que visitan huidizos

las terribles cábalas,

la güija visionaria

que desentierra

las ánimas ausentes.

Prometeo ya no trae el fuego,

ni hay démones en los banquetes,

La sombra, acostumbrada,

a la sinrazón del devenir constante

de la superviviencia.

No es firme el suelo que pisamos,

porque la mano del diablo teje

las enredaderas más obtusas,

quebrando la materia de los hombres,

trastocándolas

en patéticas marionetas de un carnaval hambriento

de un carnaval saciado

por la sumisión a la mentira

en la publicidad del autoengaño.

Si el camino es la muerte

y he aquí la muerte en vida,

postrada en la suerte de un telediario

y las golosinas de una tarde de invierno.

La única forma de salir de este miserable giro

es comprender que el diablo

es fuerte

porque nos creemos débiles

e ignorantes.

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19 comentarios en “Las manos del diablo

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