Me gustaría prometerte un arco iris,
que ilumine tus días,
apalabrarte la esperanza,
en un contrato de versos musicados.
Sin embargo,
yo no puedo negar la oscuridad que nos visita,
y sucumbo, cada tarde, en el pánico
la ausencia de respiradores,
enfermos y un triaje
anunciado por la partida de nacimiento.
Me gustaría decirte que resistas,
que vendrán lunas y soles, y mañanas,
y volverá la cotidianidad de las caricias.
Sin embargo,
mis manos,
se sienten impotentes,
tropezando con el cristal de la mampara,
la protección que nos separa,
la máscara del miedo.
Y me desangro,
por no encontrar cordura en cada tarde.
No tengo el medicamento,
ni la vacuna,
que permita resucitar a nuestros muertos,
solo me queda rezar,
pedir clemencia
y que la diosa naturaleza nos ampare.
Te podría decir que este verano,
volverás a reír, tendrás amores,
desvestirás el alma y serás fuego,
en las hogueras de junio, en el solsticio.
Y ello será así,
sin duda.
Después de la tormenta, siempre amaina,
pero tendremos pérdidas,
demasiadas,
y todavía no puedo quitarme las lágrimas
que ya anidan de forma permanente
en la ventana.
Pudiera pedirte que te unas
al alarido de mis gritos,
las inclemencias de los inocentes
y que cuando esto termine,
no cierres tu ventana y vuelvas a irte al bar,
como lo hacías ordinariamente,
te pido tengas presente,
que habrá alguien caído,
al que dar la mano,
alguien al que levantar,
alguien que sanar,
alguien que cuidar,
y ese es el lenguaje en que se imprime
la verdadera resistencia.
La verdadera resistencia…
ya lo veo,
nos daremos la mano y,
ese sí puede ser nuestro arco iris.