No hay demasiadas piedras sobre el río,
sino las suficientes para atravesarlo.
La dificultad no estriba en el tamaño, ni siquiera en la pendiente.
No te compares, ni en el arrojo de los otros, ni la densidad de los obstáculos,
cada persona tiene una prueba distinta y un nombre diferente,
nuestro propio pulso y nuestro propio paso.
No intentes detener la corriente,
porque todo es pasajero,
deja que el agua fluya suavemente, e incluso, permite que moje tus pies
y podrás llegar a la orilla.
Sin embargo, si dejas que en tí anide el miedo y la impaciencia,
la agresividad será tu lecho
y serás ira, angustia en alma enferma, sedienta de lo externo.
Por eso, recuerda, en cada paso, que no importan los inconvenientes
sino tu determinación para seguir avanzando