Él era un viejo artificiero de sonidos
quien golpe a golpe se cuajó en inviernos
y en las botas aun llevaba la marca de aquel plomo
que se quedó derretido en sus oídos
cuando perdió por querer demasiado
Ella era una princesa de cuento
la que en lugar de rana encontró un príncipe
que la atrapó en un particular infierno
Lágrimas sin rosas del más aciago averno
en el que dejó las pestañas entre el fuego
y la identidad en una lata de cerveza
En aquella terraza de bar
Madrid en plaza, las notas en el suelo
simulando gaviotas en vuelo
y un rastro de palomitas
que siguen a un papel agitado por el viento
Èl pidió una taza de café
Ella temblaba al recoger los vasos
él cogió su mano, abarrotando
de calor el hielo de sus sueños
Se miraron
y aunque no se hablaron
ese recuerdo impregnó sus cielos
Cada vez que ella sirve una mesa
cada vez que debe huir del sombrío victimario
prisionera de escapadas a la luz
recuerda aquellas manos
y puede sonreír
Él también
se inunda de sueños de miradas
y cada vez que se detiene en cualquier bar
cada vez, en cada plaza abierta al mundo
recuerda aquella camarera
aquella mujer de profundos ojos
que iluminó una tarde de Madrid.
El fuego de esas manos.. Que realista y bonita descripción.
Me encanta, bss💐
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Muchas gracias!! Me encanta que te encante
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muy bello y sutil,
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Gracias
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¡Bonito poema!
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Gracias David!
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