Son las diez de la mañana,

el sol, desafiante, inunda el dormitorio,

pero ella se enroca, se hace ovillo y esponja

 entre todos los restos de la noche.

Ella busca perderse, para no retomarse.

Ella no está viva,

aunque esté viva…

El sueño no es profundo,

su mente ya se inquieta,

removiendo recuerdos, espejos, sentimientos.

No quiere despertar,

aunque ya esté despierta.

Es como un hada triste…

un personaje atado.

Aquella que levita

sobre sus identidades prisioneras.

Hay dolor, flashback, retroceso…

Un estanque. Donde el agua es oscura

demasiado densa.

Pero algo se revela,

sobre estos mis dominios,

ya casi visualizo su cuerpo indefinido.

Mi teclado en disgusto. Se hace ausente, rebelde.

Y bloquea sus teclas,

se hacen fuego los números,

se pierden los contornos. Mi débil personaje.

Las letras ya son sombras retorcidas, endebles.

La cera derretida en los infiernos propios.

No se cambia el pasado.

No se cambia.

Así que vive sin él.

Y entonces mi hada triste

otrora marioneta,

se hizo mujer, naciente, como la luna nueva.

Sus lados más oscuros

son ahora brillantes.

Ya defino su cuerpo, su porte, su figura.

Sus labios son suaves, tan tersos y valientes,

Su boca la bandera ardiente de deseo.

Se mueve con soltura, me habla. También baila,

conoce la palabra que crea nuestro origen.

Y es acción, es proyecto, es nube y torbellino.

Ya se ama.

El fuego se atenúa

y el teclado es hermoso.

Su poema no es fin

sino principio.

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4 comentarios en “Principio

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