
Estos vampiros no llevan traje negro,
ni tienen largos colmillos.
Ellos viven en la cotidianeidad de los días
y parasitan todo
para el beneplácito de su ego.
El vampiro no llena sus ropajes
por mucha sangre ajena que consuma,
sus venas no son cauce ni torrente,
son sustento de su ira, su venganza,
la soberbia y la culpa sobre otros.
Te dirán que ellos son las víctimas
de su extrema tristeza.
No pueden ver su rostro en el espejo
ni encender la vela en sus oscuridades.
Sus ojos son raíces del abismo,
entretejidas,
encogiéndoles las manos.
Ellos llevan siempre clavada una estaca.
Se les clavó en los labios,
al no poder pronunciar el alfabeto
sin provocar incendios.
Recogerán en canastas tu alimento,
y llenarán de bruma tu sonrisa.
Harán suyos tus sueños.
Huirán las palabras bendecidas.
El pan de la vergüenza
construye castillos de naipes,
indolentes, tan frágiles
que caerán por su propio peso,
cuando sople la brisa
y el aire renueve las cortinas,
exhibiéndonos su verdadero rostro.
No es recomendable buscar refugio
en las proximidades de su casa,
a menos que guardes una ristra de ajos,
y sepas iluminar la estancia
para el resurgir del sol,
sobre la fuente primigenia.
Un vampiro no es un ser malvado,
aunque siempre cause daños.
Es un ser ignorante,
desconectado de su propia vida.
Wooou, muy sentido y profundo. Bellísima!
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Gracias!!
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Buenos versos. Saludos
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Gracias Pippo!!
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Reblogueó esto en El Noticiero de Alvarez Galloso.
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Gracias!
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De nada
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