Aquellos días que omitimos

Universoespejo

 

               Cuando termina un año reflexionamos sobre muchas cosas. A mi me llama la atención hacerlo sobre el tiempo. Con los ojos tendidos sobre el precipicio de esas contradicciones, recupero una entrada de hace un año,  rememorando aquí esa particular obsesión mia sobre la incoherencia temporal. Aquí la metáfora se alza en día omitido, aquellos que no existen para cuadrar el calendario en 365 y con ello todo aquello que olvidamos, lo perdimos, no vivimos. Esos espacios ocres sobre las dunas, sal abierta, marea, apuesta al día, que dejamos procastinados ¿ O quizás los hemos soñado?. Un abrazo y tengan ustedes una feliz incoherencia.

 

 

Los días omitidos

en el arrabal del calendario,

reclaman su espacio sobre el papel,

su número en negrita

y su cuadro milimétrico

 

Los días omitidos,

preteridos

de su existencia,

invisibles…

Cada 29 de febrero no bisiesto,

cada 31 de abril,

septiembre, junio,

guardan miles de secuencias ignotas

y una llave secreta

para conjurar la presencia

y la impaciencia,

aquellas historias no escritas,

 

 

Existe un cajón del olvido

en la maleabilidad de la memoria,

de cada día no contado,

de cada tramo no vivido

sobre el ocre paisaje acantilado

precipitándose,

del cómputo ficticio,

la quintaesencia,

el inicio del recalculo.

Reto en alga y en sol

diversidades,

hoja en blanco, papel, palabra, lienzo,

la lluvia ,

retozándose,

sobre los cristales,

las sábanas polvorientas

cubriendo ese sillón envejecido,

la puerta que chirria,

y aquel aroma a lavanda en la ventana,

 

Confieso que reclamo

toda esta coincidencia

para amarte,

en presente, futuro, ausencia y eco

en la sincronicidad

acausal, consecuente y preferida

de las horas postradas en tu cuerpo

la caricia impercetible,

en ese hilo

que domina e imanta las pausas de la vida

 

 

 

Reflexiones al borde del pijama

 

             ( Y tan al borde) ¿Y si los feos se apoderasen del mundo?. Jajaja. ¿Os divierte? Pues no es broma, esto que digo está basado en unos curiosos estudios universitarios. Centrémonos. ¿Qué entendemos por feo?.  No me refiero a aquellas personas con unas facciones menos agraciadas, sino a aquellos super-feos. El plus de los feos. Son aquellos que sorben la sopa interminablemente mientras les queda un fideo entre la distensión de sus incisivos. Si esos, que a la par sonríen, fideo al viento, con exhibición altiva de sus mejores caries.
Ya..jaja.. sonreís, y no os creéis lo que digo. Pues ahí va la prueba:

            Los feos, dicen, crecen y se multiplican con mayor facilidad. Un análisis de la Universidad de Oxford, (benditos estudios de las Universidades) afirma que los más feos, de manera inconsciente,”aumentan sus posibilidades de fecundación con diferentes hembras”. Y es que, después de analizar varias especies, concluyeron que los animales más atractivos eyaculan menos líquido seminal que los machos feos.  Bueno, yo no sé qué pudo entender el sesudo investigador con ese concepto de “animales más atractivos”, ni como midió el líquido seminal  (en parámetros de cantidad o calidad) o si el  señor investigador, tuvo en cuenta, como variable, que “más es menos»

      Los feos, dicen,pasan desapercibidos y tienen menos riesgo de ser objeto de estudio.Expertos de la Universidad de Pretoria, en Sudáfrica, hallaron que los científicos deciden estudiar a los animales más bonitos sobre aquellos que tienen una apariencia fea.Digamos que esto tampoco nos mola. No… nos pasamos al bando de los feísimos, porque no deseamos nos estudien.

        Esto es más preocupante. Dicen que” ligan más “. Otro estudio realizado por Carin Perilloux, Psicóloga de Colegio de Massachussets. Después de estudiar el comportamiento de 96 hombres y 103 mujeres universitarios, concluyó que aquellos varones que no se intimidan por su apariencia física (cualquiera que esta sea) tienen más éxito entre las mujeres.
Vamos, Carin, preciosa, esto es «de libro». El trabajo de campo no es lo tuyo, cómo no van a ligar, digo yo, si había más mujeres que hombres feos…Que ni a Felipe segundo…
Y para colmo, la Universidad de Valencia nos dice que son más inteligentes.

        Que ya lo digo yo, que cuando hay un estudio de una Universidad, todo se complica…

                   Bueno, pues a dormir, que ya va siendo hora.

Si fuera Navidad

 

Un muro de hielo,

en un abrir de ojos

se derrite

entre los trapecios de mi inconsciencia.

 

Un castillo de infierno,

en un abrir de ojos,

se desmorona

sobre la raíz del pentagrama,

tambaleando las cartas,

sobre el tapete de las emociones.

 

Si hoy fuera Navidad,

no se comprendería,

que los faustos de turrón de chocolate

fueran primicia sobre los panes

que habrían de compartirse en el invierno

 

Si fuera Navidad,

no se comprendería,

la metralla oxidando los oídos

de la infancia indefensa

 

Si hoy fuera navidad

Si tal vez fuera…

 

En un abrir de ojos

Se va la magia,

desbocada en sol

entre los clavos de la alambrada.

 

 

 

Nada es igual que ayer

Porque nada es igual que ayer, estribillo incluido

 

Nada es igual que ayer,

al menos, como hoy lo ves,

lo que se va y lo que viene,

lo que fuiste y lo que tienes,

Nada es igual que ayer

Diferentes perspectivas

se disipan cada día

y aquello que te dolía

ya no te vuelve a doler

Y la luz que hoy alimenta

los rincones, las macetas,

la que tu cuerpo perfila

entre tonos violetas,

se tropieza en tu cintura

y tus brazos ya no dudan,

es el amor el que augura

y destierra la amargura

por aquello que se fue,

porque nada,

nada es igual que ayer.

 

 

 

Reflexiones al borde del pijama

                     Hoy mi reflexión va para los “Virtual Worlds”.  He tenido una conversación sobre ellos que me ha dejado un poco pensativa, porque de lo que está sucediendo a quedarnos sentados con unas gafas multidimensionales, viviendo una vida por encargo, no hay tanta distancia, que no hay.

                 Los mundos virtuales son algo como que tú puedes ser un individuo pusilánime y temeroso, y ale, en el “Counter strike world” eres un descarnado asesino. Efectivamente puedes ser granjero sin granja, amante, adorable esposa, ladrón de bancos, pirata, estratega, reina,  algún personaje histórico. Solo hace falta elegir el juego que más te interesa. El plan está servido, o así lo parece. Te conectas on line y formas una nueva constelación de redes virtuales para inocularte la memoria colectiva.

                    Si eso ya, a algunas o algunos nos da que pensar, por eso de que “pisar firme” en la tierra tiene sus ventajas, pues no es todo, amigos y amigas, no. Tras ello hay también un mercado, en el que puedo pagar por tener- que no tengo- armas virtuales carísimas (no se me ocurre para qué) o joyas para regalar o quizás la decoración de mi mansión virtual. Existen pujas, tráfico de objetos, apuestas, dinero de verdad, negocio, mercado, expeculación, alrededor de todos estos mundos. Algunos hacen dinero con esto.

                   ¿Y qué hay de malo? ¿Si es virtual no hace daño? No sé, ante esto de verdad, yo no daría una respuesta tan clara.  Pensando que miles de menores se asoman cada día a estas redes virtuales, permitidme que ponga en duda qué endiablado mundo estamos creando.

Sueño

 

No siempre fue ella

en blanca tez

sobre la curva de sus identidades

desconcertando al agua

en las coordenadas de los sueños

 

No siempre fue él

incorporándose

salvaje melodía siempre inquieta

entre los rostros que todavía restan

 

 

Dime, tú, si tú pudieras

comprender las dimensiones

de la dama que nace sobre el lago,

si tus ojos,

hubieran amanecido tecleando

sus inspiraciones,

si tú fueras,

aquel a quien  busca el mensajero,

quizás,

ya hubieras tenido este sueño

Indicios

    Día ocho de diciembre. Un día apropiado para poner el belén. Así lo pensó Marta, quien bajó al sótano de su vivienda, donde se ubicaba el trastero, a fin coger las cajas donde guardaba las figuritas navideñas. Abrió la puerta del garaje y un rastro de gotas rojas impresionadas sobre el suelo de cemento. Por Dios, que no sea sangre, se decía. Era realmente desconcertante. Miró alrededor pero no observó nada extraño, así que se dirigió a la puerta de su trastero para coger las cajas que buscaba.

    Había colocado el tablero y un dibujo de estrellas. Todo preparado para comenzar a poner el musgo, hacer los caminos, el rio, poner el puente. Pero al abrir la primera caja, cuál fue su sorpresa, cuando lo primero que vio, fue un cuchillo. ¡Un cuchillo! y de grandes dimensiones, de unos 27 centímetros de hoja- Menudo escalofrío. No era suyo, no, no, no era suyo.

    Lo inspeccionó y no tenía rastro de sangre, pero aun así, no podía sacarse la imagen de las manchas rojas sobre el cemento. ¿Iría a la Policía? ¿Y si era sangre de verdad? ¿Le inculparían? El cuchillo estaba en sus cajas.

    Cariño, no te habrás acordado y será algún cuchillo que tendríamos, lo dejaste olvidado tras recoger las cosas de navidad. El año pasado guardábamos un jamón en el sótano, pudo ser eso.

     Las explicaciones de su marido sonaban bien. Era eso. Seguro. Menuda tontería.

      Esa misma tarde en la televisión vio a Javier, un vecino suyo. Sí,  un hombre tripón, de bigote pelirrojo, siempre sonriente. Y ahí estaba detenido, según decían, por asesinar a una joven de tez clara y pelo moreno que en la fotografía parecía feliz. Javier negaba todos los hechos, aunque el cuerpo, mutilado, había aparecido en su trastero. Volvió a sentir un gran escalofrío. ¿El cuchillo?

      Asustada, llamó a la policía, y efectivamente pasadas las pruebas correspondientes, el cuchillo tenía rastro de sangre. Quedaba pendiente el ADN para ya saber con certeza si era el cuchillo del asesinato. ¡Qué horror! ¿Cómo pudo aparecer el cuchillo en su caja? ¿Pudo forzar la llave del trastero? Era fácil, la policía dijo que era sencillo abrir esos trasteros.

       ¿Y si fuera al revés? Mientras Marta observaba a su marido, volvió a sentir un tremendo escalofrío.

Reflexiones al borde del pijama

                          Esta noche viene pensativa. Diciembre ataca, con sus luces, mercadillos, rojo, verde y amor, mucho amor. Enredada entre las bolsas de adornos navideños, me pregunto,  es el amor una emoción o una acción.

                            Podemos sufrir por amor, morir de amor, sentirse feliz por amor, emocionarse, amarse, re-amarse y re-emocionarse. No me rallo, el amor es una emoción que desencadena su acción la de amar, o amando recibimos una emoción satisfactoria. El amor lo que no es una omisión, ni tampoco sabe de agravantes. ¿Por qué?, porque no puede existir amor alevoso. Si uno pretende amar a otro, utilizando medios o métodos que reduzcan la capacidad de defensa, sin peligro propio, cuando menos ha hecho…!un amarre!! – y eso está mal- Todo lo que no sepa contar con la plenitud de facultades del otro, mal pero que muy mal. Quien no quiere peligro propio, no ama, simplemente.

                      El amor puede ser diurno y nocturno, pero nunca con nocturnidad, aprovechando la confusión de la noche. Eso es aprovecharse (y está mal, pero que fatal) de un ligue de discoteca. Ya no digamos que el amor no puede tener disfraz- aunque muchos pongan su mejor careta- ni acometerse con abuso de confianza o superioridad. El amor pues, no sabe de agravantes.

                    Pero cuidado, el amor tampoco sabe de atenuantes. No cabe un amor embriagado. Eso es un cebollón en toda regla por el que sientes “ que quieres a todo el mundo”. Menos la legítima defensa, porque amar no es atacar, ni el estado de necesidad.

                   Concluyo, si el amor es una acción, sin capacidad de ser omisión, sin agravantes y sin atenuantes. El amor es, sin duda, la emoción más pura.

                       Que sí, que sí, que me voy a dormir ya…

Meditación

La tarde aguarda,

desencajando mi mirada

sobre la imagen de telediario

de un niño hambriento.

Sangre sobre las guerras de los hombres

Los rostros se desdibujan,

No hay abrazos.

Me tapo con una manta,

pretendiendo,

buscar abrigo ante la barbarie.

De lejos, la música de un anuncio de colonia,

los faustos del vodevil,

una corona de flores para el banquete,

de una novia sin abrigo.

 

Regreso.

No hay espacio para las etiquetas

es de noche,

origen, fuego, nube,

santo y seña de mil identidades,

todo en equivalencia,

uno y todo.

Por eso

no hay nada tan falso como el éxito

ni tan vacío como la avaricia.

 

Diógenes

                     Aun quedaban restos de lo que ella había sido, aunque no lo recordara. Aquellos vestidos de talle alto, agolpados, asimétricamente, sobre la cama de invitados y el sombrero de paja, aquel que había sido su favorito, tirado sobre una alfombra repleta de cajas metálicas de galletas. Barajó las faldas aprisionadas en el armario, pero no se vistió con ninguna. Salió a la calle con una bata de margaritas amarilla y un gorro de baño en la cabeza. Todos los días se dirigía a la tienda de comestibles en la que había trabajado tantos años. Allí, el nuevo dependiente, el bueno de Juan, le esperaba para entregarle, como cada mañana, una bolsa con alimentos. Él garantizaba su supervivencia. Pero ,ella, siempre parecía más interesada en acaparar más cajas vacías de galletas que la propia comida.

                 ¿Tienes por ahí alguna caja?- le preguntaba. Juan al principio se negaba, sabía que acabarían apiladas en su casa, pero siempre cedía.

                No se podía negar nada a aquella anciana de ojos verdes intensos. Como todos los días, de vuelta, con dos o tres cajas más. Ella las depositó sobre la alfombra del dormitorio, mientras canturreaba una canción infantil: «El patio de mi casa es particular…cuando llueve se moja, como los demás «.

                  Ahí estaba, la cara de su madre, su madre, abrazándola, tras la llegada del colegio, la merienda de pan de azúcar mientras guardaba nuevos recortables en una caja metálica de galletas.

                Más y más cajas de galletas. Caminó por la casa, hacia el baño. La bañera era la despensa de los botes vacíos y del silencio amargo; el silencio, su fiel compañero, acompañante de noches de verano, ventana abierta a las estrellas. » El patio de mi casa es particular…» canturreo mientras abría el grifo de la ducha, mojándose la cabeza.  «Cuando llueve se moja como los demás…Agáchate y vuelvete a agachar, que los agachaditos no saben bailar»

            Con una toalla en la cabeza y esa misma bata de flores se tumbó sobre la cama de invitados. Pensó ponerse un vestido de aquellos que usaba de joven. Todavía le servían. Estaba guapa.  «Agáchate, y vuelvete a agachar…»

         Un golpe sobre el suelo, sonido, negro, ella inerte, tendida, sobre las cajas de galletas.

          No tenía a nadie, ningún pariente, falleció sin testamento. El piso para los servicios sociales, no sin una buena limpieza y desinfección.

       La habitación de invitados- aquellos que nunca vinieron- se transformó en una habitación de una preciosa niña de largos cabellos, quien, curiosamente guardaba en una caja metálica de galletas sus recortables de bailarinas.

                  El ciclo de la vida.