Día ocho de diciembre. Un día apropiado para poner el belén. Así lo pensó Marta, quien bajó al sótano de su vivienda, donde se ubicaba el trastero, a fin coger las cajas donde guardaba las figuritas navideñas. Abrió la puerta del garaje y un rastro de gotas rojas impresionadas sobre el suelo de cemento. Por Dios, que no sea sangre, se decía. Era realmente desconcertante. Miró alrededor pero no observó nada extraño, así que se dirigió a la puerta de su trastero para coger las cajas que buscaba.

    Había colocado el tablero y un dibujo de estrellas. Todo preparado para comenzar a poner el musgo, hacer los caminos, el rio, poner el puente. Pero al abrir la primera caja, cuál fue su sorpresa, cuando lo primero que vio, fue un cuchillo. ¡Un cuchillo! y de grandes dimensiones, de unos 27 centímetros de hoja- Menudo escalofrío. No era suyo, no, no, no era suyo.

    Lo inspeccionó y no tenía rastro de sangre, pero aun así, no podía sacarse la imagen de las manchas rojas sobre el cemento. ¿Iría a la Policía? ¿Y si era sangre de verdad? ¿Le inculparían? El cuchillo estaba en sus cajas.

    Cariño, no te habrás acordado y será algún cuchillo que tendríamos, lo dejaste olvidado tras recoger las cosas de navidad. El año pasado guardábamos un jamón en el sótano, pudo ser eso.

     Las explicaciones de su marido sonaban bien. Era eso. Seguro. Menuda tontería.

      Esa misma tarde en la televisión vio a Javier, un vecino suyo. Sí,  un hombre tripón, de bigote pelirrojo, siempre sonriente. Y ahí estaba detenido, según decían, por asesinar a una joven de tez clara y pelo moreno que en la fotografía parecía feliz. Javier negaba todos los hechos, aunque el cuerpo, mutilado, había aparecido en su trastero. Volvió a sentir un gran escalofrío. ¿El cuchillo?

      Asustada, llamó a la policía, y efectivamente pasadas las pruebas correspondientes, el cuchillo tenía rastro de sangre. Quedaba pendiente el ADN para ya saber con certeza si era el cuchillo del asesinato. ¡Qué horror! ¿Cómo pudo aparecer el cuchillo en su caja? ¿Pudo forzar la llave del trastero? Era fácil, la policía dijo que era sencillo abrir esos trasteros.

       ¿Y si fuera al revés? Mientras Marta observaba a su marido, volvió a sentir un tremendo escalofrío.

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8 comentarios en “Indicios

  1. Indicios, el desenlace

    Mi conclusión de: Indicios del blog Universo Espejo

    Esa noche Marta no pegó ojo, se la pasó entera en vela, oyendo roncar plácidamente a su marido. Afortunadamente, en las noticias de la mañana, ya quedó aclarado el caso. Por lo visto Javier, su bonachón vecino, accedió a colaborar con la policía para que se confiara el verdadero asesino.

    Resultó ser el nuevo conserje y jardinero del barrio, por su trabajo, tenia acceso a todos los trasteros. Al verse casi sorprendido en su carnicería, por uno de los vecinos paseando al perro, solo se le ocurrió repartir las pruebas incriminatorias entre los diversos trasteros, para despistar a la policía mientras se fabricaba una coartada; huir, inmediatamente, lo hubiera delatado. Con lo que no contaba este canalla es que, si bien no lo ponían cara, estaban tras su pista, desde su anterior homicidio, dos años atrás.

    Tomando el café Marta con su esposo, que había dormido como un tronco, pensaba para sus adentros que mejor cornuda que asesinada. En cuanto descansará ya se ocuparía del zorrón que le enviaba fotos subidas de tono y mensajes picantes al memo de Gonzalo. Él no sabía que Marta descubrió su contraseña del chat mayores de 45 liberados, ni por su puesto, que ella era la moderadora Madame_M. Ya le arreglaría las cuentas a Gonzalito (ni siquiera tenia imaginación para el nick), pero eso ya será en otra historia.

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