Hoy mi reflexión va de amigos, de cruces y también de historias inconclusas. Hoy una amiga trajo a mi mente el recuerdo del día en el que ambas nos cruzamos de nuevo y nos pusimos a hablar de nuestros proyectos. Ella piensa que en aquel encuentro, que sucedió hace muchísimo tiempo- in illo tempore- hubo un cruce (además espacio temporal, de los que a mi me molan) de tal manera que yo seguí en parte el camino que ella se había proyectado y ella ahora en la actualidad está iniciando el mío. Puede ser, no digo que no, lo dejo ahí.
Esta conversación, no sé tampoco el motivo, me llevó en regresión a otro momento, ya remoto, en el que yo era estudiante universitaria, no me acuerdo qué curso era, pero lo centraría en mi tercero de Derecho y Periodismo. Todo viene a propósito de mi entonces pasión, iniciada ya en mi más temprana adolescencia- ahora abandonada- por los psicotécnicos(me relajaban, es freak, pero era así). Cuando me encontraba en ese momento álgido de mi serie lógica, llaman a la puerta del apartamento en el que me alojaba. Un joven de más o menos mi edad, cartera en mano, me saluda y se presenta diciendo algo así como que, por una colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, estaban realizando una serie de encuestas a jóvenes para un determinado proyecto, y que si era tan amable y pudiera rellenar dichas encuestas, lo agradecería y vendrían otro día a recogerlas. Sonaba raro, pero tenía en su mano un montón de test de inteligencia, aquello era irresistible para mí. Era como si a un goloso le exhiben mil tabletas del mejor chocolate suizo. Pues bien, una para mí y otra para mi compañera (yo misma). No pedí tres porque ya me daba vergüenza. Los hice y a la semana, como habían dicho, vino una chica morena a recogerlos.
Habían pasado tres días cuando volvió a sonar la puerta. Ahora se presentaba ya un hombre de mediana edad, con mis test en la mano. Me preguntó si podíamos hablar.También quería hablar con mi compañera. Yo asentí intrigada y como no se me da bien mentir, pues también le comuniqué que mi compañera era yo misma, que había rellenado ambos test. El hombre se dio por satisfecho con mi respuesta y tampoco indagó más. Dijo trabajar para una empresa, cuyo nombre no recuerdo, y pretendía que yo decidiera estudiar (¡pero si ya lo estaba haciendo!) en un proyecto que estaba vinculado a una potente empresa internacional, cuyo nombre omito ,y lo más fuerte, que estudiara Física, ¡Fisica!, con ellos. Mire, no , ya estudio dos carreras, a mi me gusta escribir, no, yo no, yo soy de letras. El hombre insistía, esto está subvencionado, estudias y te pagamos. No, que no, que no…. Al final el visitante desistió de insistir, viendo que no tenía efecto, apuró su café, me dio su tarjeta por si cambiaba de opinión.
Hoy, hablando de los cruces, pienso qué pasaría si hubiera aceptado ese proyecto. ¿Quién habría detrás? ¿Por qué a mí? ¿A dónde llegaría y a dónde me llevaría?
Algunos finales son buenos, otros malos, pero como también me recuerda otro amigo, estamos protegidos (tampoco sé por quién).
¿Te atreves a ponerle un final?