Vital

No gusto rememorarme en épicas,

de batallar en asfalto de emboscadas

trincheras en olvido de las sombras,

las llagas, la crudeza en las entrañas.

 

Yo no digo que este tránsito sea fácil,

no lo es,

ni que yo misma,

no haya tropezado contra muros,

desangrado mis soles,

o temido haberme ahogado

en los mares de la impotencia.

 

Sin embargo,

una vez  llego  a la orilla,

me sacudo las larvas y las flechas

y destierro las cicatrices de mi ropa,

pues mi victoria es seguir mirando

la claridad de todas mis mañanas.

 

Amo, por convicción,

el suave talante de mi brisa,

la tersura de tus arrugas,

la tibieza de las noches,

la sonrisa de la piel recién duchada

y esa sensación de novedad

en cada instante

de la vida.

 

Por eso las batallas no las cuento,

porque la única materia contable

entre mis versos

son tus besos,

resguardados,

en el ancantilado de tu risa.

 

Mis Versos

Mis versos son tus ojos,

demandando,

el abrazo de todas las mañanas.

 

Tú eres el mejor poema de mi vida.

Rebeldes al olvido

Afirmaría tu presencia,

en este  instante,

en el que rozas mis labios

en rebelión al olvido,

ese rocío revolucionario, atrincherado

en la resistencia de mi boca.

 

Muchas veces,

aunque no lo creas,

Te siento.

 

Fotografía:  Un alfabeto para amarse

 

Imagina

Imagina,

sobre todos mis mapas

tu paisaje,

los árboles

acariciando

la libertad del agua,

tus ojos discurriendo,

corriente contínua,

navegantes

al juego de mis manos.

 

Yo te anhelo

presente,

luz del día,

sobre todas las caras de mis dados.

Una particular reseña

La poesía está en todas partes, en la Academia, en los bares, en las plazas y quizá en los ojos de aquel muchacho que insiste en hacer volar su cometa, al menos, una vez, aunque no sople el viento.

      Hoy en el tren he leído el libro de Carlos Salem, aquel en el que se pide amablemente que se muera, que me llegó a través de Boadicea, y supongo que le alegrará saber que me hizo pensar, y mucho, desde el primer poema. Es cierto, quizá, todos tenemos algo de dinamiteros encapsulados, con riesgo alto de explosión cual bomba de racimo.

        Me gustó. Incluso le hice un poema, mentalmente caminando hacia la estación de Atocha, y que lamentablemente se esfumó por la debilidad de mi memoria, tan pronto daba sorbos a una taza de té verde, observando como un japonés mezclaba el café con leche con coca-cola y desayunaba un bocadillo de atún con pimientos.

       La rebeldía de nuestras propias sombras va degollando la vida, poco a poco, casi sin sangre, imperceptiblemente. En esa desnudez meditada y siempre maquillando la acidez que deja conocer la aspereza del esparto, se pierde, como siempre, bajo el sol de una cintura buscando su propia diosa. No hay más autoridad que la propia sombra, ni nos jueces, ni vos la policía, puede con la sentencia de uno mismo, cabalgando la vida. He visto al poeta, en las frases que mascullan vida, transitando sensaciones y ofreciéndome, en el comienzo de una mañana de trabajo, la definición de amor más bonita que he leído hace tiempo: “el amor es un patio de juegos sin relojes”

       Tropiezo con mis propios pies en esta estrechez de los asientos, clavando literalmente los tacones en el suelo, para sostener la tableta. Nunca elijo bien el asiento que prefiero.

        El libro que se incita, y a la par te incita, a morir amablemente, no es un poemario de autoayuda, que es de agradecer, ni de aquellos que pretenden condicionarte (con una autoridad moral que, desde aquí, me precio a desconocer) a una fortaleza inusitada, demandando valles y quebrando torres. Las marcas de guerra no se han quedado entre mi ropa. Ya se sabe, yo soy quien insiste en ver la cara más amable de las cosas, incluso en la dureza del rigor de la muerte. Carlos dice que pertenece a una generación de duda permanente, y puede que lo sea, y tal pronóstico  alcance a la siguiente década. La posmodernidad fue quizá una posé, en mi pelo platino y mis guantes de piel agujereados. Siempre en duda permanente, sin lecciones, y sin mayores retos que vivir, que ya es demasiado.

      No es que seamos una mierda, es que hemos enseñado a los otros- y a nuestra jodida sombra- a exigir demasiado.

 

 

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Despejando la Y

Hoy no tienen sentido las metáforas,

el cielo está bien gris,

y yo ya no sé hablarte,

digamos,

que te desconozco,

que tú me desconoces.

 

Hace tiempo que cambié mi foto de perfil,

aquella de la playa, tú te acuerdas,

cuando pasear era ejercicio de profetas

en la fotografía del futuro,

restaurándonos,

el sol en aguacero

y aquel viento,

ligero,

empujando las nubes.

 

Tú ya no me hablas de aquel mar,

batiéndote la frente

y yo he dejado de nadar contracorriente.

 

Y aun así,

permíteme que te haga una última sugerencia,

aunque el tiempo no nos devuelva,

aquellos segundos no pensados

seamos rebeldes al despejar la «Y»

entre la libertad de las incógnitas.

 

 

 

Confusión

Me temo que he perdido la leyenda

de la cartografía de tus besos.

Un reloj de arena me sacude,

cobrándome los momentos.

confundiéndome,

y no me reinvento,

me temo que he perdido

la tarjeta de embarque hacia tu cuerpo.

 

Burbujas

 

Pronto vino el amor y la palabra,

el amor, el no amor, la destemplanza

y la gruta acallada de las sombras,

hiriéndonos la espalda,

derramándose,

en los rincones de aquella nuestra casa.

 

Luego volvió el amor, acariciando,

todos los contornos de mi ropa

y creí en la isla de su nombre,

en la bandera del sol

y en la esperanza.

 

Muchas veces pienso

que somos burbujas,

cada cual,

con una idea

de lo que debe ser amar,

de lo que debe ser el otro.

Burbujas,

que no se rozan,

pero sí se contaminan,

demandando,

que la otra se le parezca,

que la otra sienta,

que la otra diga,

que se inhunden

convergentes.

 

Puede ser que la idea nos persista

martilleándonos las noches,

y los días…

no hay amor felizmente imposible,

pero tampoco felizmente posible,

sino se deja un poco de amar,

cuanto menos te amo

mejor nos queremos,

cuanto menos te quiero,

mejor nos amamos.

Las burbujas,

caen de bruces al suelo,

quemarropa,

tú y yo en diagrama,

tú y yo en stand by,

consumiéndonos.

 

Identidades

Como un huracán, exhalando fuego,

su boca marchitaba recuerdos,

fumigando los espejos de sus heridas,

pedazos aturdidos de la piel ausente

del fruto de su vientre arrebatado

aquel que nunca amamantó.

 

Nunca vi un delirio más cuerdo,

la frenética enajenación de quien

le han robado la luz..

Mientras tanto,

la férrea disciplina de la noche,

celda de contención,

las manos maniatadas,

suplicantes.

las manos retraídas,

las sombras dibujantes

en las paredes de cal,

un sol naciente,

siempre  hay resurrección en la verdad.

Ellas, me han quitado a mi niña, ellas, masculla

ellas….

La ambulancia camino de la Residencia,

guiada por la estrella.

Un crujir de dados en la justicia del regreso.

El nuevo ingreso de una vieja demente

alcanza la cordura del silencio.

Una joven se acerca

y sus ojos rebeldes al olvido

encuentran una paz indescriptible.

La chica que le guía tiene sus mismos ojos.

 

 

 

Amor imperfecto

No hay nada perfecto

lo políticamente correcto,

resulta peor corsé que la esperanza,

lo que se espera de ti,

lo que se espera de mí,

y de nuestra historia.

 

Yo soy un ser defectuoso,

navegando en los mares del reproche

y también un ser desesperado

por el sabor imponente de tus labios

y la paz que me dan tus abrazos

las buenas noches en el whatsapp

y aquel emoticón

que hicimos nuestro código secreto.

 

Pemíteme que te ame

imperfectamente.

Todavía queda tiempo

para escribir nuestra nueva historia.