Buscar el origen en el poniente puede suponer una paradoja. Algo así como querer entender el principio buscando el final. Pero como en esta esfera, en la que habitamos, identificar el poniente(oeste) con el fin es, simplemente, ilusorio, quizá esa paradoja es la mejor forma de comprender que, todo el universo y nosotros mismos, solo podemos abarcarnos en todas nuestras densidades. Como el plano nos engaña, buscamos en lo abrupto, el pulso de la vida.

Cuando el sol se pone          

Una llanura puede ser la puerta abierta,

que descansa tras el mar de nuestros ojos,

el abrazo de verano y ese guiño

que recoge las mareas del invierno,

y las aristas de cada primavera.

 

Una llanura siempre es un escenario

del poniente rojizo e iluminado,

espejo, sed de calma, luz en rostro.

 

Pero, sin embargo,

hay algo en el oeste,

ansiado, percutido, muy remoto,

que lleva a cabalgarlo,

un sentimiento hondo,

más abrupto, más fiero, más rocoso,

escalada al origen, aire fresco,

ese bosque extendido y generoso,

de la etimología de su nombre

en el acantilado de sus besos.

 

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9 comentarios en “Cuando el sol se pone

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