Tú, no eres la flor de la vida
ni el astro del comienzo,
ni siquiera un átomo
de una intensa identidad de entrega,
expandiendose,
por todas nuestras finitudes
por muy irreversibles que parezcan.
Estas prendido de una telaraña
en una irrealidad opaca.
Nunca estarás lo suficientemente arriba
para no caer
en picado
sobre las colinas de tus miserias.
No hay más pobreza que la del alma,
entregada a la putrefacta mentira
de creerse distinto.
Rompe el cartel publicitario,
todos somos lo mismo,
mientras gima el mundo
alaridos de desgracia,
guerra,
hambre,
tu nunca serás perfecto.
Siento darte esa infeliz noticia
sobre el papel de tus vanidades.