Él seguía su rutina,
sofá de sábado,
periódico sobre la lata de cerveza
dormitando,
un oasis de palmeras,
el desierto de sus caderas
y aquellos ojos inmensos apaisajando
todas las tardes.
A ella le gustaba el silencio,
dibujar paisajes sobre los cristales empañados,
imaginando,
esos labios cálidos que perviven
como mundo paralelo,
sobre la monotonía…
Él y ella,
no se conocen,
quizás nunca lo harán
y sin embargo,
se visitan en sueños